Más allá del desahogo final por el empate sobre la
hora que logró Sebastián Pena ante Atlanta, el clásico rival, la hinchada local
no pudo con su genio y desató un verdadero caos en San Martín.
Quien se llevó la peor parte fue el dirigente de
Atlanta, Marcelo Santoro, quien si bien fue internado fuera de peligro en el
hospital Belgrano perdió el conocimiento por los golpes que recibió. "Vinieron
a atacarnos, saltaron un muro de un metro y medio y nos atacaron", contó
Néstor Straimel, Secretario de prensa del club de Villa Crespo, quien
agregó que el plantel dirigido por Carlos Roldán debió esperar dos horas
para abandonar el estadio.
Al primero que los hinchas de Chacarita fueron a
buscar fue al juez, Fernando Rapallini, quien le había anulado dos goles al
Funebrero y en el túnel intentaron golpearlo. Los desmanes siguieron fuera del
estadio con el enfrentamiento a los tiros entre la policía y los barras. Hubo
gases lacrimógenos, disparos y volaron piedras y todo tipo de objeto
contundente. También hubo dos patrulleros prendidos fuego.
El presidente de Chacarita, Osvaldo
Lobato, declaró que "hay mucha gente lastimada con balas de goma".
Lobato -inexplicablemente- le adjudicó lo sucedido a "la gente
de Atlanta que empezó a provocar con gestos".
Por su parte, Fernando Gómez,
secretario deportivo de Atlanta, contó: "Yo creo que esto estaba
premeditado", responsabilizó a la policía y a Chacarita por los incidentes
y señaló que "es imposible que no le hayan liberado la zona, porque
entraron en la cancha con muchísima tranquilidad".
Sin lugar a dudas la AFA deberá,
de una vez por todas, tomar cartas en el asunto y sancionar con una medida ejemplar y drástica a Chacarita y a sus dirigentes, quienes apañaron todo lo sucedido y de una
vez por todas terminar con esta barbarie de no más de 100 personas que hicieron
de un partido de fútbol una verdadera batalla campal, que no terminó con
muertos porque Dios fue grande.