viernes, 30 de marzo de 2012

Caso Marita Verón

Fátima Mansilla tenía 16 años y en abril de 2002, cuando fue secuestrada por los acusados Daniela Milhein y Alejandro González. La llevaron a su casa, fue empastillada y encerrada en una pieza. En una de las camas estaba sentada una joven, de quien después supo que era Marita Verón.
“La chica estaba realmente mal. Tenía muchas ojeras, como moradas. Se veía que estaba perdida, con los ojos desorbitados –contó Mansilla–.
Me he asustado más todavía, porque he entendido más o menos cómo eran las cosas. Esta chica balbuceaba, como si no hubiera tenido la fuerza suficiente para hablar, y en un momento ha llegado a babear ”. Sus captores le prohibieron hablarle. Luego los oyó conversar, también con un tal Pablo y una prostituta llamada Mimí: “¿Has visto que la están buscando a la Marita Verón?” Hacia fin de año, cuando a Milhein y González se les avisó de un allanamiento, la llevaron a otra vivienda, donde volvió a ver a Marita.
“Ella estaba, no sé si más gordita o hinchada... Al parecer, por su cara, estaba maltratada, como una persona que se desvela por varios días, que no duerme bien; bastante demacrada. La que la llevaba del brazo o la sacaba ya de la casa era Daniela (Milhein). Quedé sorprendida al verla, porque en ese momento yo ya sabía quién era” .
En su extensa declaración de ayer –que continuará el martes 3–, y mientras contaba las aberraciones que le hicieron, Mansilla dejó seriamente comprometidos a los imputados, en especial en el tráfico y trata de mujeres; también involucró a Aldo y Pablo Milhein, hermanos de Daniela.
“Traían chicas, que eran menores de edad. No eran de buena posición económica, por la vestimenta y por cómo hablaban. En ese momento no sabía para qué. Ahora sé: para hacerlas prostituir, para hacerlas viajar a Río Gallegos y La Rioja, para explotarlas sexualmente” .
La misma testigo estuvo a punto de ser enviada a Las Casitas, el barrio prostibulario de Río Gallegos, a un burdel propiedad de Daniel Moyano, un proxeneta que vio en lo de sus secuestradores.
“Me ha tocado dormir a la par de este hombre. Si bien no ha llegado a penetrarme con su miembro, sí con las manos. Me decía que me quería llevar como su mujer” , eufemismo por esclava sexual.
Se salvó porque había afiches con su rostro en los ómnibus, y porque su cuerpo y su rostro aniñado revelaban que era menor. Afiches que, dijo, la familia de sus captores arrancaba y llevaban a la casa, al igual que los de Marita.
Entre las muchas personas que transitaban por las viviendas de la pareja mientras estuvo secuestrada, Mansilla mencionó a un hombre de apellido Chávez, que después su madre le dijo era el policía que decía ayudarla a buscarla.
La testigo dijo haber visto también en una fiesta en esa casa a la imputada María Jesús Rivero, quien al comienzo del juicio había negado conocer a Milhein. También ubicó en la casa a Rubén “La Chancha” Ale, junto a Moyano, frente a “un plato con una mercancía blanca, harina o azúcar” .
La joven se quebró un par de veces, al relatar abusos y violaciones, mientras la mantenían drogada. Tras un intento de fuga, recibió tal paliza que debieron llevarla al hospital porque orinaba sangre; también había contraído una enfermedad de trasmisión sexual. El 2 de enero de 2003, la madre de Milhein la hizo huir. Mansilla tiene tres hijos: un varón de 4 años y una pareja de mellizos de 8; la nena tiene una discapacidad del 95%, que la madre atribuye a las drogas que la obligaron a consumir durante su cautiverio.

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