Fátima Mansilla tenía 16 años y en abril de 2002, cuando fue
secuestrada por los acusados Daniela Milhein y Alejandro González. La
llevaron a su casa, fue empastillada y encerrada en una pieza. En una de
las camas estaba sentada una joven, de quien después supo que era
Marita Verón.
“La chica estaba realmente mal. Tenía muchas ojeras, como moradas. Se veía que estaba perdida, con los ojos desorbitados –contó Mansilla–.
Me
he asustado más todavía, porque he entendido más o menos cómo eran las
cosas. Esta chica balbuceaba, como si no hubiera tenido la fuerza
suficiente para hablar, y en un momento ha llegado a babear ”. Sus captores le prohibieron hablarle. Luego los oyó conversar, también con un tal Pablo y una prostituta llamada Mimí: “¿Has visto que la están buscando a la Marita Verón?”
Hacia fin de año, cuando a Milhein y González se les avisó de un
allanamiento, la llevaron a otra vivienda, donde volvió a ver a Marita.
“Ella
estaba, no sé si más gordita o hinchada... Al parecer, por su cara,
estaba maltratada, como una persona que se desvela por varios días, que
no duerme bien; bastante demacrada. La que la llevaba del brazo o la
sacaba ya de la casa era Daniela (Milhein). Quedé sorprendida al verla,
porque en ese momento yo ya sabía quién era” .
En su extensa
declaración de ayer –que continuará el martes 3–, y mientras contaba las
aberraciones que le hicieron, Mansilla dejó seriamente comprometidos a
los imputados, en especial en el tráfico y trata de mujeres; también
involucró a Aldo y Pablo Milhein, hermanos de Daniela.
“Traían
chicas, que eran menores de edad. No eran de buena posición económica,
por la vestimenta y por cómo hablaban. En ese momento no sabía para qué.
Ahora sé: para hacerlas prostituir, para hacerlas viajar a Río Gallegos
y La Rioja, para explotarlas sexualmente” .
La misma testigo
estuvo a punto de ser enviada a Las Casitas, el barrio prostibulario de
Río Gallegos, a un burdel propiedad de Daniel Moyano, un proxeneta que
vio en lo de sus secuestradores.
“Me ha tocado dormir a la par
de este hombre. Si bien no ha llegado a penetrarme con su miembro, sí
con las manos. Me decía que me quería llevar como su mujer” , eufemismo por esclava sexual.
Se
salvó porque había afiches con su rostro en los ómnibus, y porque su
cuerpo y su rostro aniñado revelaban que era menor. Afiches que, dijo,
la familia de sus captores arrancaba y llevaban a la casa, al igual que
los de Marita.
Entre las muchas personas que transitaban por las
viviendas de la pareja mientras estuvo secuestrada, Mansilla mencionó a
un hombre de apellido Chávez, que después su madre le dijo era el
policía que decía ayudarla a buscarla.
La testigo dijo haber
visto también en una fiesta en esa casa a la imputada María Jesús
Rivero, quien al comienzo del juicio había negado conocer a Milhein.
También ubicó en la casa a Rubén “La Chancha” Ale, junto a Moyano,
frente a “un plato con una mercancía blanca, harina o azúcar” .
La
joven se quebró un par de veces, al relatar abusos y violaciones,
mientras la mantenían drogada. Tras un intento de fuga, recibió tal
paliza que debieron llevarla al hospital porque orinaba sangre; también
había contraído una enfermedad de trasmisión sexual. El 2 de enero de
2003, la madre de Milhein la hizo huir. Mansilla tiene tres hijos: un
varón de 4 años y una pareja de mellizos de 8; la nena tiene una
discapacidad del 95%, que la madre atribuye a las drogas que la
obligaron a consumir durante su cautiverio.
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